28 de mayo de 2016

Relato corto: La última frontera

El despacho de la doctora Wellington estaba sólo iluminado por una lámpara de mesa que proporcionaba una blanca luz sobre una pila de papeles que cada día parecía crecer. No quedaba nadie a las ocho de la tarde del lluvioso viernes en el departamento de Física Teórica de la Universidad de Oxford. La doctora se sobresaltó al escuchar unos golpes en su puerta.

—Adelante —dijo mientras dejaba los cálculos que estaba revisando y miraba hacia la entrada de su despacho, justo enfrente de su mesa.

Dos hombres con trajes y corbatas negras entraron y se pusieron a ojear los libros que rebosaban las estanterías del despacho.

—¿Puedo ayudarles en algo? —preguntó la doctora Wellington mientras empezaba a ponerse nerviosa.

Los dos hombres se detuvieron delante de la mesa de la doctora. Ambos tenía caras serias y miraban fijamente a la doctora. Sus caras no mostraban ningún tipo de expresión.

—Doctora Wellington —dijo uno de los hombres que se había adelantado y estaba ahora con las manos apoyadas en la mesa— somos agentes del gobierno de los Estados Unidos de América. Estamos aquí para hablar con usted de sus trabajos sobre sondas espaciales que están en ruta de escape del sistema solar.